Desde la Antigüedad y el Imperio romano, hasta la Unificación Italiana, la cultura y el arte han dado a luz a las más sorprendentes y sobresalientes figuras. Artistas que se han abocado por completo a la expresión de sus sentimientos, ofreciéndole al mundo lo mejor de sí, a través de las obras más magníficas: un eterno tesoro para la humanidad.
Italia, cuna del arte en su mayor expresión, madre de la literatura, la pintura y la escultura, ha cobijado en su cultura a maestros de sus propias manos, que dejaron un legado de aprendizaje e historia. A continuación, presentamos a tres de los más prestigiosos pintores de Italia.
Alessandro di Mariano di Vanni Filipepi, mayormente conocido bajo el apodo de Sandro Botticelli nació y murió en Florencia y fue el pintor favorito de la Corte de Lorenzo de Médicis. Se destacó como un importante pintor en el contexto de florecimiento de las artes en la “Edad de Oro florentina” del siglo XV.
Botticelli se caracterizó por su trazo impregnado de gracia y delicadeza, por lo que los retratos femeninos, sobre todo diosas mitológicas y madonas, eran las piezas más perfectas y destacables. Además de ser reconocido por su magnífico dominio de la perspectiva y su conocimiento del uso de la luz, la aplicación del color y la obtención de volumetría.
Su profesionalismo en la pintura surge en 1472, cuando empieza a recibir sus primeros encargos, como lo fue la Fortaleza que realizó para la sala de San Sebastián para la iglesia de Santa María Maggiore.
Luego, a principios de 1480 el Papa Sixto IV lo invitó a participar de la decoración de la Capilla Sixtina, trabajando en los frescos de las Pruebas de Moisés, la Tentación de Cristo y el Castigo de los rebeldes contra Aarón.
Influenciado por el neoplatonismo y protegido por los Médici, Botticelli fue estimulado para que pintara los mitos de la antigüedad y alegorías paganas. En esa época, las obras que no tenían como temática central a la religión eran una gran novedad, lo cual lo presentó ante el mundo como uno de los pioneros, gozando de gran prestigio.
La adhesión de Botticelli a la cultura neoplatónica fue plasmada en algunas de sus obras más culmines, como lo son: El nacimiento de Venus, Palas y el centauro, Venus y Marte, y La Primavera. Piezas de la cultura italiana, que se expanden hacia todo el mundo, como un tesoro invaluable.
Miguel Ángel fue reconocido como la gran figura del Renacimiento italiano, un hombre cuya excepcional personalidad artística dominó el siglo XVI y lo llevó a ser admirado como uno de los artistas más excelentes y completos que el arte nos ha ofrecido.
La vida de Miguel Ángel transcurrió entre Florencia y Roma, ciudades en las que dejó sus obras maestras. Aprendió pintura en el taller de Domenico Ghirlandaio y escultura con los Médici.
Durante casi setenta años dedicados al arte, Miguel Ángel desarrolló su habilidades tanto en la escultura, como en la pintura, la arquitectura e incluso la poesía, logrando en cada una de estas ramas artísticas resultados extraordinarios.
Varios fueron los encargos que mantuvieron a Miguel Ángel en constante movimiento, trabajando en diversas e importantes esculturas. Como las más reconocidas se encuentran: la Piedad del Vaticano, obra que realizó en Roma entre 1496 y 1501 y el David, creado entre los años 1502-1504 obra cumbre de todo el arte imitativo de la Antigüedad.
Luego de mucho tiempo dedicado a la escultura, en el año 1508, Miguel Ángel comenzó a trabajar en la bóveda de la Capilla Sixtina, labor encomendada por Julio II. Se trató de un proyecto que decidió realizar completamente solo, ante un lienzo en blanco de un colosal tamaño que lo consagró frente al mundo como un magnífico pintor.
Ya en sus últimos años de vejez, en 1546, se hizo cargo de otro importante proyecto que consistía en finalizar las obras de la basílica de San Pedro del Vaticano, cuya cúpula se convertiría posteriormente en paradigma a seguir en buena parte del mundo.
Leonardo Da Vinci nació en 1452 en la Villa Toscana de Vinci. Es reconocido por todo el mundo como el homo universalis, el sabio renacentista y una eminencia en diversas ramas del arte, la ciencia, la filosofía y las humanidades.
Este completo artista se perfeccionó en el campo del arte en el taller de Verrocchio. Aunque sus primeros trabajos vieron la luz en Milán, al servicio del duque Ludovico Sforza. Después continuó en Roma, Bolonia y Venecia, pasando los últimos años de su vida en Francia, invitado por el rey Francisco I.
Lo que destacó sus primeras obras fue la novedosa técnica recién llegada de los Países Bajos: la pintura al óleo. Esta técnica le permitió una mayor blandura en el trazo y una más profunda penetración en la tela.
Además de los extraordinarios dibujos, sus grandes obras de este período son: San Jerónimo, La adoración de los Magos y El Bautismo de Cristo, notables obras que se destacan por los contrastes, su técnica del claroscuro y la composición geométrica de las escenas.
Su trabajo, luego de dejar de ser un discípulo de Verrocchio, consistió en trasladarse de corte en corte: a la Florencia de los Médicis, al Milán de Ludovico Sforza, tanto de artista como ingeniero militar, urbanista, músico y luthier.
En Milán, una de sus más destacables obras vio la luz luego de un período de trabajo entre los años 1495 y 1497. Se trató de su obra maestra: La última cena, pintura mural para el refectorio del monasterio de Santa Maria delle Grazie. Otra de sus obras más icónicas, estudiada y por la que es mundialmente conocido es La Gioconda, realizada entre los años 1503 y 1507 en Florencia.
En sus últimos años de vida, Leonardo Da Vinci volvió a Milán y allí dio por finalizada la importante obra de La Virgen de las Rocas.
Leyendas de la excelencia y parte de la riqueza más importante de todo el mundo. Artistas consagrados y dedicados a expresar la belleza de la naturaleza y el cuerpo humano, permanecen imborrables en la memoria colectiva, como genios y propagadores del arte.
